lunes, 4 de febrero de 2008

El Juego VIII

Estaba dormido. Su mechón de su cabello negro rozaba una mejilla. Respiraba tranquilo con una expresión reposada. Su cuerpo tibio estaba pegado al mío. Lo miraba detenidamente. Buscaba aquellos detalles que lo harían único, algún lunar verruga o punto rojo en su piel. Tenía el pecho y los brazos duros, compactos. Unos pectorales marcados. Lo justo para que no pareciera un muñeco de gimnasio. Una combinación que hacía que observar su cuerpo fuera un viaje con aroma a lavanda. Penetrante y lento. Su sexo reposaba en un pubis almidonado con un pene con sabor a crema.Tenía las manos grandes. para senos enteros y no para pezones apenas. Algunos dedos de su mano derecha reposaban en su vientre con una expresión de estatua renacentista.

La habitación tenía una silla al costado de la cama. Allí dormía un gato negro. Uno de sus gatos. Tan sereno como su dueño. La luz entraba por una cortina de enrollar. Se filtraba dibujando gansos silvestres en las paredes.

- ¿Hace mucho que estás despierta?

- No, desperté hace unos minutos.

- ¿ Dormiste bien?

- Sí, soñaba con un lago donde había unos barcos pequeños a pedal. Navegabamos juntos entre pájaros y árboles. Me hizo pensar en Chapultepec.


Se hizo un silencio. Acaricié sus labios con mi dedo índice. Le sonreí.

Sabía a donde podríamos ir en otro encuentro.

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