viernes, 6 de junio de 2008

El Juego XI

La luz de la puerta la despertó.Había olvidado que en está época del año se cuela justo en el lugar donde reposa su cabeza cuando se queda a dormir en su cama.Se movió ligeramente intentando escapar de su reflejo. Sintió su cuerpo tibio y sus manos la rodearon sujetándola por la cintura. La beso en la oreja y pudo casi palpar su pene tibio que tímido se erectaba entre sus piernas.

- ¿Te iba a preguntar si querías un café?-
-No, ahora prefiero desayuanarte a vos- dijo él.

Deseaba ese café pero más lo deseaba a él. Aprovechar cada rato posible para hacerle el amor, para pasear y dormir con él. Su cuerpo caliente al amanecer era un afrodísiaco poderoso, con daños colaterales irremediables pero infinitamente sabroso. Díficilmente renuciable. Como un buen trozo de chocolate en mitad de la madrugada.

Se acomodaron como piezas en un puzzle.La cola de ella en el pubis de él.Su pene tocado su espalda. Las manos de él que acariciaban los pezones como si fueran dos perrillas de aquellas radios viejas, jugueteando con su excitación, con su deseo.Sus labios que mojaban su cuello. La lengua de ella perdida en su propia boca, naufragado en su deseo. Incapaz de articular palabra.Extasiada.

Ël es un hombre fuerte, acostumbrado al ejercicio físico y al placer que este le otorga.Dedicado a correr en las mañanas luego de su café habitual. La tomó de la cintura y la colocó sobre su cuerpo como si ella estuviera hecha de papel. Ahora su cola rozaba su pene erecto y sus manos iban por sus pechos, la vulva, el ombligo.Levantó sus piernas.Ella sintió como la penetraba,lenta y enérgicamente a la vez, siguiendo un ritmo inaudible, una partitura invisible.
Así se pasaron toda la mañana.Penetrándose, lamiéndose, besándose, teniendo orgasmos, recorriéndose con las lenguas calientes y los gemidos a flor de piel.

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