martes, 24 de julio de 2007

Juan Uría


Uno de mis artistas plásticos preferidos. Un placer recorrer sus obras en cuando tengan oportunidad.

Saludos a todos

Ana

Extraído de:

http://www.mec.gub.uy/cultura/Expo06/CCMEC/Uria/uria.htm


“Incurable Uría”


Juan es parte del paisaje. Recorre larguísimas distancias en bicicleta o caminando muy lentamente mientras desarrolla múltiples juegos.

Explica sus proyectos y los concreta. Produce la mayor parte de las veces para si mismo y muy posteriormente para los demás. Su elaboración es un perpetuo pensar y decir, tanto con la palabra como con la obra. Juan es incansable, cuando todos estamos agotados, persiste y triunfa.

Egresado de Bellas Artes, integrante del FAC de los inicios, de la colección Engelman Ost, de la Asociación de Pintores y Escultores del Uruguay, es concurrente asiduo a exposiciones, en las que siempre ve, decodifica y se apropia de las experiencias humanas y estéticas, actuales o históricas para elaborar, en versión propia, relatos y composiciones, obras y planteos que son profundamente sarcásticos y delicados a la vez.

Es pintor de Matisse, de Braque, de Picasso, de Boticcelli, de Klimt, de Van Gogh, de sus pares, de sus maestros reales o imaginarios a quienes conoce profundamente.

Sus soportes son variados en materiales y medios.
Ha pintado sobre cuadros viejos, carteles de publicidad, latas, metales, muebles, aparatos electrodomésticos, telas, cartones y papeles. Ha intervenido fotografías, moldes de yeso, afiches políticos y actualmente está embarcado en un proyecto increíble: intervenir obras originales de distintos artistas nacionales que se han sumado a su propuesta.

Juan también trabaja con dominio en su computadora, utiliza un programa de dibujo nada sofisticado y en una versión antigua que le permite hacer más por si mismo. Las aparentes limitaciones del programa, son transformadas en mayor libertad para hacer.

Es interesante que Uría sea un pintor en la pantalla, que mantenga el concepto de pincel y pincelada, de la mezcla de colores y del dibujo. En las obras digitales de Uría no encontramos la evidencia de los recursos del software y una obra digital parece una obra tradicional escaneada.

Ha realizado excelentes animaciones tomando como punto de partida una pintura y siguiendo el proceso inverso, ha realizado obras digitales tomando imágenes de una obra de teatro filmada.

Para abarcar la obra de Uría hay que disponer de tiempo, detenerse y leer las pistas. Casi siempre son elementos con valor icónico que mezcla y entrelaza. Pueden ser textos, imágenes, fragmentos o palabras. Durante un tiempo Samuel Beckett aparecía entre otros, citado en sus obras.

En 1993 el Taller de López Lage, realizó en el Paseo Narvaja una muestra colectiva. La obra de Juan tenía objetos pegados, banderas, barcos, una cajita y un pedazo de cama incorporado. La composición era sorprendente y entre las muchas cosas que Juan había pintado en esa obra, estaba una precursora maceta con su flor, que con el tiempo se transformaría en su marca registrada.
Estas macetas son expresión y parodia del concepto de belleza de la clase media uruguaya. Hace unos años Uría comentaba con irónica seriedad que su opción por las macetas respondía a su deseo de éxito comercial. Hoy la maceta es una excusa para la invención y una premisa más con que lidiar en cada obra.

Sobre su manera de crear dice Uría: “La pintura es siempre un acto de combinación conciente de colores y formas, que en cierta manera la vivo emparentada con la creación musical. Entonces qué música interpreto? Tal vez esté tocando sin partitura una improvisación de colores en la que importa cómo toco y no el tema. Entonces lo que habrá que hacer es abrir los ojos para escuchar”.

En el espacio Barradas del Museo Blanes en el año 1995 Juan presentó un instalación basada en el libro “Platero y yo” de Juan Ramón Jiménez, usado como texto de lectura en primaria. Consistía en un cuadro por capítulo del libro y paredes de uno de los espacios intervenidas, La obra finaliza con la muerte de Platero y ese capítulo en la instalación fue una galería de retratos – objetos de pequeño formato - excelentes todos, de los supuestos concurrentes al entierro y que no eran otros que amigos, conocidos y familiares de Juan.
El episodio trágico de la muerte del hijo de un conocido artista amigo, estaba latente en el ambiente.

En plena campaña electoral de 1999, su tema fueron los políticos. Uría se acercaba a clubes y comités de base, parsimoniosamente explicaba que era un artista plástico que quería trabajar con figuras del medio, para realizar una exposición basada en los afiches de los candidatos. Consiguió muchos. Me pregunto si alguna de las personas que le entregó el material, pudo imaginar que sus líderes aparecerían en medio de jardines pintados, enmarcados por colores intensos y toda la parafernalia de la impronta que Uría le da a las cosas simples y a las cosas serias o solemnes. Para colmo presentados en el piso del Subte Municipal en la instalación más simple, desopilante y lograda en contenido, que he visto en Uruguay en mucho tiempo.

La estética de la torta frita es todo un capítulo. “La torta frita es nuestra” fue su reivindicación y su hallazgo. Porqué sólo el dulce de leche o Quiroga, porqué no darle su lugar si tanta gente trabaja, vende y come gracias a ella. Juan pensó en un subproducto, hasta ahora desaprovechado, el papel de estraza - “astraza” entre nosotros - con el que a modo de servilleta son entregadas las tortas fritas en la calle o aquel en que las dejamos reposar en nuestras casas y empezó a juntar papeles manchados de grasa, a guardarlos prolijamente estirados y a pintar sobre ellos. Dignificados por la obra tenían apariencia de pastel.

Los “cuadros de sofá” serán su próxima exposición y continuará la línea que se repite en todas sus propuestas: caminar por el borde, convivir con el absurdo de lo cotidiano sin perder el rumbo, sin caer en la chabacanería o el mal gusto. Hacer pensar sin la soberbia mediocridad intelectual de algunos discursos.

Uría expone en una de las salas más lindas de Montevideo, nos ofrece su obra para ser vista, sin pedir ni esperar nada de lo que los artistas en carrera suelen esperar. Su obra tiene la contundencia de la autenticidad a ultranza, la alegría del ejercicio de la libertad y un sello propio que sintetiza buena parte de lo mejor de los ochenta en adelante.

Juan continuará viviendo siempre en la frontera y si alguien le preguntase qué necesita sinceramente respondería “solamente que no me oculten el sol”

Silvia Listur.

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